Por Rodolfo A. Rico / Venecuba

Si un logro tuvo la democracia del Pacto de Punto Fijo fue sacar a los militares del poder político y económico del país para mantenerlos en sus juegos de guerra. Su permanente apresto militar para un conflicto que, en los tiempos de paz, no debía llegar nunca. Especialmente, porque la diplomacia venezolana fue gran promotora de esa paz en el continente.

La propuesta “cívico militar” del chavismo cambió eso para siempre. Sacó el genio de la lámpara y, hasta ahora cada vez con más poder, no parece que se vuelvan a meter en ella. De la definición de unas Fuerzas Armadas que constituyen “un cuerpo apolítico, obediente y no deliberante” del programa mínimo de gobierno firmado por los candidatos de 1958 se pasó al “Patria, Socialismo o muerte” de Hugo Chávez.

Militarismo a lo cubano

La participación militar en la economía del país parece también un calco del modelo cubano, donde también forman parte de los principales negocios de la dictadura de la isla. En Cuba, por ejemplo, la Fuerza Armada es propietaria de 83 hoteles que suman unas 29 mil habitaciones, la mayoría gestionadas por empresas trasnacionales, según afirma el periodista Reinaldo Escobar para 14 y medio. En Venezuela, la FANB, tiene su propia empresa petrolera y gasífera.

Desde bien temprano, en el chavismo se empezó a naturalizar la participación de los militares venezolanos en otros ámbitos. En el principio fue el Plan Bolívar 2000 que puso a los militares a recorrer el país, los sacó del cuartel y los puso en la atención médica, la recuperación de carreteras, viviendas y distribución de alimentos.

También fue un primer gran caso de corrupción del chavismo, tan evidente que hasta la Contraloría General de la República tuvo que reconocer «facturas y recibos defectuosos, emisión de cheques sin prohibición de endosos, cobro de estos por funcionarios de algunas guarniciones y pagos en efectivo por montos considerables». Pero, en su momento, la Contraloría determinó que no hubo daño al patrimonio público.

Sin embargo, en 2007, el General Víctor Cruz Weffer sería acusado de enriquecimiento ilícito por el Ministerio Público. En 2016 su nombre aparecería en los Panama Papers con una empresa abierta en las Seychelles en 2007. En marzo de 2018 sería detenido.

La participación militar en la economía de Cuba arrancaría entre 1965 y 1968 con las Unidades Militares de Ayuda a la Producción que algunos califican como campos de concentración. Pero no sería hasta el llamado Periodo Especial, ocurrido luego del derrumbe soviético, cuando se incorporarían plenamente a la economía cubana.

El Grupo de Administración Empresarial (Gaesa) forma parte de la estructura del Ministerio de la Fuerza Armada Revolucionaria y, como en Venezuela, está metido en todo tipo de negocios: de turismo, hoteles, como ya mencionamos, pero también en agencias de viajes y alquiler de autos, supermercados minoristas que venden en divisa, importaciones y exportaciones, construcción e inmobiliaria, servicios aduaneros y de transporte.

En Venezuela, la organización no gubernamental Control Ciudadano cifra en al menos 20 las empresas creadas para fortalecer a los militares en el sector económico. Dieciséis de esas empresas fueron creadas durante el gobierno de Nicolás Maduro, según resume un gráfico de Crónica Uno, basado en el informe de la ONG.

La variedad es también notable en las empresas creadas por los militares en Venezuela. Además de la citada Camimpeg, en el sector petrolero, y la veterana CAVIM, en el de armamentos desde 1975, hay empresas de transporte como la que producía el célebre TIUNA y otros vehículos blindados, de distribución de alimentos, de construcción, agrícola, tienen fábricas de ropa, muebles, agua, artefactos eléctricos e incluso neumáticos. La FANB también tiene su propio banco y una Fundación Negro Primero dispuesta a financiar los proyectos de las empresas del sector. Los militares también forman parte de la “revolución mediática” con su propio canal en la Televisión Digital Abierta.

En Venezuela, a diferencia de Cuba, empresas privadas se benefician de negocios con el sector militar, el Grupo Atahualpa con la producción de uniformes en una empresa mixta, Southern Procurement Services con Camimpeg o Covencaucho con otra. O las alianzas que mantiene AgroFANB con El Tunal, Agroinsumos El granero o AsoGuárico, son ejemplos de ello.

De las tres raíces a las tres etapas de la militarización

Expertas, como la politóloga Andrea Pacheco o la directora del Instituto Venezolano de Estudios Sociales (INVESP), Francine Jácome, identifican dos y hasta tres etapas diferentes en la historia de la reciente militarización de Venezuela.

Una primera etapa, durante el gobierno de Hugo Chávez, en la que progresivamente se hicieron cambios en las concepciones de seguridad y defensa (199-2007), se concibieron nuevos enemigos (Colombia  Estados Unidos), se concibe como “bolivariana” (en el sentido que le da al término el chavismo) y se inicia la lógica del “enemigo interno”, entre otros cambios que le dieron mayor libertad a los militares.

Otra etapa, durante el gobierno de Hugo Chávez, centrada en el “socialismo del siglo XXI”, centrada ya no en la normalización de los militares en todos los ámbitos de la nación sino, particularmente, en su politización.

Una tercera etapa sería el gobierno de Maduro, desde abril de 2013, en la que se empieza a privilegiar particularmente la participación económica, que distintos analistas ven como una manera de comprar la lealtad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana por un civil que, a diferencia de Chávez, no tiene mayor ascendencia en el sector militar.

Un patrón que se repite en Venezuela

Cuando se lee la descripción que hace Reinaldo Escobar sobre la Fuerza Armada en Cuba y lo que son las tres particularidades cubanas que hacen posible su participación en la economía, todo suena conocido: “Una es la ausencia de lo que la terminología política denomina como división de poderes; la segunda, la recíproca contaminación entre la obediencia a un liderazgo carismático y el respeto a lo estrictamente institucional, y finalmente, el prolongado diferendo con los Estados Unidos”. Características todas que se reproducen en Venezuela a lo largo de los últimos 20 años.

La división de poderes, Hugo Chávez la consideraba un lastre, su liderazgo carismático y la continua exigencia de lealtad y también la continua apelación a un enemigo externo que busca solidificar ese apoyo interno.

¿Cuál es el tamaño del negocio militar en Cuba o Venezuela?

Como buena parte de lo militar y de la lógica de las dictaduras, la información es opaca. Pero se sabe que el Grupo de Turismo Gaviota en Cuba (perteneciente a las FAR) alcanza a facturar 700 millones de dólares anuales, según una nota de BBC (y es sólo una parte el conglomerado GAESA). Y que, en Venezuela, los presupuestos desde hace años son en millardos de bolívares. De hecho, en 2017, su presupuesto alcanzaba el billón de bolívares.

Esta historia sólo puede cerrar con preguntas: ¿Volverán los militares a las actividades que le son naturales? ¿Ante un cambio político qué se les puede ofrecer que sea mejor que lo tienen? Si no es así, ¿puede reencausarse el militarismo de una manera democrática no totalitaria? Preguntas que tarde o temprano tocará responder.